La crisis del viejo continente

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La crisis del COVID-19 es un capítulo duro para la humanidad, y en el caso del viejo continente, esta pandemia aflora las grietas del plan europeo.


En estos casi cinco meses de pandemia, las perspectivas económicas de Europa se tornaron tan oscuras que, de acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI)[1], pasará de un crecimiento de 1.2% en su PBI en 2019 a un hundimiento de -7.5% en 2020, con una recuperación de 4.7% en 2021. Estos datos no son una sorpresa cuando vamos que cinco países europeos (España, Reino Unido, Italia, Francia y Alemania)[2] se ubican en el penoso podio de los diez países con más casos confirmados de COVID-19[3].

Al respecto, algunas hipótesis que me saltan a la mente son la cantidad y producción de test, la población europea mayor de 65 años (1 de cada 5 europeos), las estrategias individuales de los países o el amplio flujo comercial con el resto del mundo. Las investigaciones futuras aclararán este tema.

Pero lo cierto es que este virus ha reabierto una herida en el seno del proyecto europeo. Hasta le fecha, el panorama parece tener dos bloques, uno encabezado por Alemania y Países Bajos y otro liderado por Francia, España e Italia. El contraste es tal que puede denominarse la guerra política de los países del norte versus los del sur, o los países ricos versus los pobres del viejo continente.

El Eurogrupo, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, los jefes de gobierno y los ministros de economía se juegan sus intereses en cada reunión virtual que en varias ocasiones termina sin acuerdos. En la última reunión celebrada en mayo había un ambiente de pesimismo, pero se selló el plan de 540 mil millones de euros negociados en fechas previas. El quid del asunto era el debate de un plan más ambicioso, que contemple la reconstrucción después de la crisis. Aquí está el fuego, la arena ardiente, y por lo pronto se señaló que se conversará del tema en las siguientes citas.

Algunos dicen que los coronabonos o eurobonos (deuda pública con aval de Europa) son teóricamente una buena medida para solventar esta crisis, pero ya muchos vienen señalando que es políticamente casi imposible llevarlo a la practica en estos momentos. Italia lo ve como la solidaridad europea necesaria, pero Alemania lo mira con recelo. Evi Pappa[4], economista, advierte que los coronabonos son, hoy por hoy, una perdida de tiempo porque es un asunto políticamente vetado por parte de la población de varios países.  

Dentro de este terreno, España propone un fondo europeo[5] de recuperación de hasta 1,5 billones (millones de millones) de euros que equivale al tamaño de la economía italiana. Este fondo financiaría subvenciones, y no préstamos (como en los coronabonos), se emitiría bonos perpetuos (sin vencimiento y solo se pagaría intereses). Es decir, esta medida evitaría que los países se endeuden más de lo que ya acumulan. Parece que puede ser la luz al final del túnel. Ya veremos si esta propuesta es abrazada por los distintos bandos europeos.

De momento se tienen los 540 mil millones concretados de la Unión Europea, las estrategias individuales de los países y el arsenal casi ilimitado del Banco Central Europeo para inyectar liquidez a la economía. Pero, el problema europeo es la recesión del 2020 y una potencial crisis de deuda post COVID-19. La política fiscal deberá estar a la altura de la situación, de lo contrario la visión europeísta del viejo continente quedará en papel mojado.


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